CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO

SIRENAS

Yo nací de una madre llamada Anacleta

Odiado por mis siete hermanas

Que me cambiaron el nombre de Odiseo

Por Odioso cuando, por primera vez

Aprendí a balbucear

-Ita, caca; por mamaíta, caca.

A mi padre le llamaban Sifón

Porque echaba gases cuando hacía sexo.

De pequeño, me hice una cicatriz en la cabeza

Cuando perseguía a una pardilla

Hija de un guardabosque carretero

Montado en bicicleta

Rompiéndome, también, el brazo

Que Helena se llamaba

De quien me enamoré perdidamente

Cuando la vi sin bragas orinando

En los pinares de Pinarnegrillo, Segovia.

Más tarde, en las fiestas del pueblo de al lado

Fuentepelayo, para más señas

En su baile de velada musical

Ella optó por Menelao

Por lo bien que se la meneo en la Peña”

Como ella misma dijo.

Después de pasar un tiempo en el Seminario

De Segovia y de Madrid

Simulando haberme hecho un santo

Me fui, de vez en cuando

A San Vicente de la Barquera, Cantabria

Para arar sin cesar la playa con el pene

Plantándole en los surcos abiertos

Cuando me venían las ganas de eyacular

Como hiciera en los melonares

De Pinarnegrillo y Fuentepelayo

Con las sandías y melones.

Estando en esta tarea de arar la playa

Cierto día, me topé con dos sirenas, madre e hija

Que Troya y Hécuba se llamaban

Echadas sobre la arena

Intentando llevar el pene a su raja

Lo que no pude conseguir

Porque las sirenas no tienen orificios en la cola.

Ese día, yo me había embriagado

Con Orujo de miel cántabro

Más que Morón, el sacerdote de Apolo con vino

Y, zafándome de mis amigos

Que intentaban sujetarme

Para que no me fuera al agua

Pues la playa estaba con bandera roja

Y el mar en tempestad

Con olas que llegaban hasta el Paseo marítimo

Abrazado a una Medusa

Con la fuerza del viento de mi Eolo

U Ojete, señor de los vientos

Alcancé la alta mar

Con el deseo de hundirme en su fondo

Para encontrarme con una sirena en su salsa.

No tuve suerte, pues el fondo del mar

Era una noche eterna

Llena de sombras de marineros y náufragos muertos

Viéndome apenado por no haberme quedado

Con madre e hija sirenas

Y haberles abierto su surco en canal

Y hacerles a las dos un hijo.

Después de haber pasado unas horas a la deriva

Gracias a un sobrino valiente, hijo del Sol

Metafóricamente hablando

Porque, en realidad, es hijo de un lestrígono

Antropófago de Chuminos

Que se atrevió a lanzarse al agua

Para salvarme del ahogamiento

Que todos ya presentían

Agarrado yo a su pene, y extenuados

Sanos y salvos llegamos a la playa

Pareciendo yo una morsa chamuscada

Y él, un héroe de leyenda.

Gracias a una médica, Eumea, que paseaba

Con su perro Algo

Que se acercó haciéndome el boca a boca

Su perro Algo lamiéndome el Ojete

Entre los dos restablecieron la paz en mi cuerpo.

Cuando abrí los ojos, me dijeron

Que madre e hija, sirenas soñadas

Se habían convertido en rocas.

-Esas que, cuando en baja mar

Puedas poner tu oído en ellas

Escucharás un melodioso cantar

Me dijo, sonriente, Eumea.



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